martes, 13 de mayo de 2014

Aquellas formas

El misterio  se hacía presente siempre que el estaba frente a ella. Misterio que llegaba por entre los laberintos del silencio distintivo. Misterio que se instalaba como tantas noches, dando lugar a la magia para el goce.
  
   Lautaro, sentía que al palpar aquellas formas, llegaban a él a través del tacto, voces. Y  no sólo eso, también le era posible ver luces e imágenes sorprendentes que de ella fluían, y esto realmente llenaba su alma de extraña manera.
   Sentía, que desde aquella imagen de mujer desnuda  que un día él esculpiera en bronce, se contagiaba de algo más que inspiración. Había una relación de Amor y de deseo. Pero, sabía que esto era una verdadera locura, estaba conciente de que ella, era sólo una estatua, aunque en este mar de emociones y alucinaciones lo dudaba.
 
   Raptado por esos pensamientos, pasó lentamente su mirada por la casa solitaria hasta llegar a la ventana, cuyo cristal, empapado por la lluvia, le devolvía su propia imagen. En voz susurrante se dirigió  al hombre de aquel espejuelo, y como quien le habla a un amigo, se  dijo:

 - ¿Qué te está pasando hombre? ¿ Acaso, estás perdiendo la cordura?

  Tras su figura en la ventana, se divisaban varias efigies dispersas e inconclusas esperándole en el recinto despoblado.

   Se refregó el rostro y se dirigió a la cocina, prometiéndose a sí mismo, dejar de pensar estupideces, al tiempo que bajaba el pote de café de la alacena.
   Luego, cuando estaba bebiendo la humeante infusión, un llanto doloroso y triste de mujer se oyó desde su taller creativo, donde hace instantes compartía el espacio con esculturas, mármoles y desorden de artista.

 © Patricia Palleres



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