viernes, 21 de marzo de 2014

Candiles

 
 
La luz no asistió anoche.
La luz madre, aquella que fluye,
llena todos los espacios, esa no asistió.
 
Sólo estaba la de los candiles.
Pequeñas llamitas que creídas de ser fogatas
se empeñaban en destellar vida por los rincones
pero no llegaban a cubrir ni siquiera
un cuarto del recinto.
 
Por que la luz,
aquella que aparece y aclara los rostros,
vigila el curso de las manos
 y los pasos...esa no estuvo.
 
Estuvo la de las lumbres
y la de la mente.
Esta última se despertó de repente
y empezó a liberar una idea tras otra
desfilando en medio de la oscuridad y
el débil fuego de los candiles.
 
De repente, todo fue placentero
sino hubiese sido por el calor intenso
 que intranquilizaba anoche,
le hubiera puesto el nombre de perfecta.
 
Sin embargo, y pese a eso,
las ideas brotaban en forma de cascadas.
 
Patricia Palleres
 
 
 
 


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