jueves, 27 de marzo de 2014

Las Pequeñas Cosas

  
Me encontraba en un lugar de la ciudad en la que habitualmente el gentío rebalsa, y el bullicio es más que atronador. Pero, hoy domingo estaba desolado.
Sí, por este sector, no se dignaba a pasar ningún vehículo, ni ser humano. Parecía ser un común acuerdo, un complot de deshabitar el lugar , donde el silencio irónicamente era ensordecedor, el frio espada filosa y el cielo, bajo y plomizo, que  a las diez de la mañana engañaba con ser la madrugada introduciendo los albores de un día.
Las horas pasaban y se acumulaban una a una y mientras más pasaban más vencía el frio a las prendas invernales ¡Cómo deseaba estar frente a la hoguera de la casa¡ !Cómo extrañaba el aroma de un buen café¡
Por momentos me parecía estar parada en medio de un dibujo donde el único ser viviente era yo. De no ser  por unas palomas que volaban de un lado para el otro, me hubiera convencido de ello.
Ellas estaban despreocupadas entre las ramas desnudas de aquellos árboles tenebrosos. Justo sobre mi cabeza y desde cierta altura me observaba una, yo venciendo la rigidez de mi cara helada y mi cuerpo, dije:
- !Ey¡ paloma, no se te vaya a ocurrir hacer tus necesidades sobre mi, es lo único que me faltaba para hacer del domingo algo terrorífico - Luego me distraje en otra cosa. Y cuando volvía la mirada hacia el ave, ya se había ido.
El clima  y la espera ya me estaban volviendo loca. Pensé, vaya a saber si estas palomas sentirán la crueldad del invierno, pronuncie en voz alta e inconsciente:
-¿ Paloma tendrás frio también?
- No, nosotras somos más que el frío, no le damos importancia, no tiene poder sobre nosotros.
Me asusté al sentir que me respondía. Definitivamente, el frio y la espera me estaban volviendo loca, sin embargo esto me hacía olvidar por un momento el cruel hielo, proseguí:
- Pero, no me vas a decir que no te gustaría estar en un refugio seguro, dejar un día de volar.
- Pues no, porque cuando alguien tiene oportunidad de volar y experimenta esa maravillosa experiencia de dejarse llevar por el viento, de descubrir el mundo diferente que se esconde en los techos y los tejados, en las terrazas, en los campanarios de las iglesias, en el mármol de una estatua...sentir la energía de cada lugar... ya nada más importa.
- Tu no tienes un lugar fijo,  un rincón en no se, en lo alto de un templo.......
- Mi templo son los cedros, loa álamos, las tipas, los pinos, las mora, los olmos, los sauces, los tamarindos, los tilos... siempre que haya un árbol tendré un refugio y un templo. Nada se compara al placer de la libertad, por nada lo cambio.

Ese domingo, la humilde paloma me hizo avergonzar. De pronto me vi como un ser que todo le incomodaba y por todo se quejaba. Mientras un diminuto e inocente ser, había descubierto lo importante de la vida: el valor de las pequeñas cosas.

Patricia Palleres



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